Artículos

Anatoly Levchenko es un conocido director de teatro en Mariúpol. Fue acusado de incitar al extremismo y al terrorismo e, incluso, de instigar a incendiar el Kremlin al publicar en Facebook una viñeta del chicle “Love is…”.

Las pinturas del artista Matviy Veisberg se han convertido en las ilustraciones de nuestro nuevo libro sobre Mariúpol. Él cree que deberíamos esforzarnos en promover el arte moderno ucraniano por el mundo.

¿Y qué tiene que ver con unas empanadillas? Oleg Sydorenko, teniente coronel de las Fuerzas Armadas de Ucrania, recuerda una anécdota de su servicio.

Valeriya Kaminska es una empresaria de Mariúpol. Cuenta historias aterradoras sobre torturas y la vida bajo los bombardeos, recuerda su conversación con un joven checheno después de la cual él rompió a llorar.

Oksana Pavlova es profesora. Cuando bombardearon Mariúpol, la mujer sintió su corazón convertirse en un pajarito.

Patrick Loveless llegó a Bucha inmediatamente después de su liberación y ayudó en la morgue a clasificar los cadáveres, viendo y sintiendo las consecuencias de lo que hicieron los rusos. Le impactó tanto lo que vio que no ha podido olvidarlo.

Nos encontramos con Olga Leus, residente de Mariúpol, en el centro SoyMariúpol en Lviv, donde estuvo el Grupo de derechos humanos de Járkiv para ayudar a los residentes de Mariúpol que viven en Lviv después de abandonar su ciudad natal.

Al inicio de la invasión rusa Leonid Remyga dirigió uno de los hospitales de la ciudad de Jersón. Por negarse a cooperar con los ocupantes, el médico jefe pasó por la cámara de tortura de los rusos.

Rostyslav Pashynskyi y su compañero fueron capturados cuando intentaban salir de Bucha por su cuenta. Recibieron palizas y amenazas, como la de cortarles las orejas y los dedos. Para obligarle a confesar que era corrector de artillería, los rusos simularon la ejecución de su compañero, Maksym. Nuestro artículo cuenta el miedo que pasaron estos dos civiles y cómo terminó esta historia.

Todos los días desde el comienzo de la guerra, el acordeonista ucraniano toca la música y la publica en su canal para animar a la gente. Su trabajo durante la guerra se ha convertido en un nuevo álbum que bate récords de duración.

La casa de Svitlana Golovata en Moschun quedó completamente destruida. Se quemó todo: camas, armarios, muebles de madera, incluso la televisión. Da la impresión de que en este lugar nunca ha habido nada.

Tras el inicio de la invasión, Víctor Marynchak continúa su servicio en la iglesia de San Juan, aunque él mismo bendijo la evacuación de todos aquellos que decidieron abandonar Járkiv. Ahora en la iglesia a menudo despiden a los militares difuntos, lo que obliga al padre Víctor a plantearse preguntas difíciles.

Valentyna Torgonska, vecina de Borodyanka, estaba en el sótano con otras personas cuando un proyectil explotó frente a su casa. Se quedó sin hogar y no sabe cómo seguir su vida.

Vitaly Bandrushkiv, habitante de la sufrida Mariúpol, se vio obligado a buscar refugio en Drogobych con su esposa y su hijo. Actualmente, nuestro interlocutor está luchando contra los invasores.

Maksym Veiner era parte del equipo internacional que realizó la evacuación médica en el área de Bajmút. Intentaban evacuar a una mujer herida en el bombardeo, cuando un misil ruso impactó en su coche. Maksym sufrió múltiples traumas y su compañero, el médico voluntario estadounidense, Pete Reed falleció.

Kyrylo Kutsenko dos veces fue testigo de las batallas por Rubizhne. En 2014, la ciudad resistió, en 2022, los rusos la destruyeron a ras de tierra.

La arquitecta y artista Galyna Bulgakova lo dejó todo en su querida Járkiv: su apartamento, sus pinturas prontas para una exposición, los edificios arruinados del barrio Saltivka que había proyectado en su momento. La artista llegó a Lviv tan solo con su nieto.

Mykola Kostenko, habitante de Moschun en la región de Kiev, cuenta el infierno que vivió su aldea en marzo del año pasado.

Natalia Shtepa dejó Rubizhne el 26 de marzo de 2022. Ella y sus vecinos se escondían de los bombardeos en un sótano abarrotado y sin condiciones. Dice que durante 17 noches durmió sentada.

Una habitante de la aldea de Moschun en la región de Kyiv habla sobre los horrores de los primeros días de la guerra a gran escala. Su casa fue completamente destruida, hasta los botes de conservas en su bodega fueron quemados.

Nadiya Bratashevska, una residente de Járkiv, recuerda cómo vivió dos meses con su esposo en el sótano: “Sales a buscar ayuda humanitaria rezando a Dios cada medio metro. Si de repente vuela algo, te arrimas contra la pared, esperando que el proyectil pase volando o explote”.

Volodymyr Zayika es vecino de la aldea de Moschun en la región de Kiev. Él dice que tan solo el 5% de las casas en Moschun no sufrieron daños. Volodymyr mismo tuvo que apagar el fuego de su casa incendiada por los proyectiles enemigos. De toda su finca solo sobrevivió el galpón.

Nataliya Vitkovska y su esposo sobrevivieron a la ocupación de Borodyanka. Un día ocho soldados rusos entraron en su casa buscando “a nazis y seguidores de Bandera”. Según Nataliya, parece que les costaba entender que aquí nadie esperaba semejantes “libertadores”.

El padre de Olena Kratkovska murió el séptimo día de la guerra, defendiendo su hogar en la aldea de Yagidne. Cuando los invasores rusos entraron en el pueblo, el hombre, ya jubilado, tomó su rifle de caza y fue contra el enemigo.