Ellos querían el fascismo. Ya lo tienen

¿Quién tiene la culpa de que Rusia haya llegado al fascismo? Putin. Es la respuesta más fácil. Por supuesto, él es culpable, pero hay una gran cantidad de personas que se inclinaban hacia esto, no siempre de forma consciente. Gran cantidad de personas que añoraban el Imperio, la “mano dura”, al mítico Stalin.
Oleg Orlov, copresidente del Consejo del Centro de derechos humanos “Memorial”25 Mayo 2023UA DE EN ES FR IT RU

Олег Орлов, 20 березня 2022, фото: СОТА Oleg Orlov am 20. März 2022 mit dem Plakat: „Der wahnsinnig gewordene Putin treibt die Welt in einen Atomkrieg“ (das ihm eine hohe Geldstrafe einbrachte). Foto: SOTA Oleg Orlov, March 20, 2022 © SOTA Oleg Orlov, 20 de marzo de 2022, foto: SOTA Oleg Orlov, 20 mars 2022, photo : SOTA Олег Орлов, 20 марта 2022, фото: СОТА

Oleg Orlov, 20 de marzo de 2022, foto: SOTA

La guerra sangrienta desatada por el régimen de Putin en Ucrania no solo es el asesinato masivo de personas, la destrucción de la infraestructura, la economía y los bienes culturales de este maravilloso país. No solo la destrucción de los cimientos del derecho internacional.

Es también un duro golpe al futuro de Rusia.

Las fuerzas más oscuras de mi país, aquellas que soñaron con la revancha por el colapso del Imperio Soviético, aquellas que, poco a poco, se adueñaron del país, que no solamente estranguban la libertad de expresión, sino también iban oprimiendo la sociedad civil y liquidando el sistema judicial independiente. Todas ellas, durante los últimos meses, cantaron victoria.

¿Qué victoria pueden cantar?, preguntará usted. Después de todo, las cosas no están nada bien para las tropas rusas en los frentes de Ucrania. Es cierto, pero ellos celebran su victoria final en Rusia.

Esta guerra tiró a todo el país a sus pies. Durante mucho tiempo, iban deseando a desatarse las manos. No querían volver al sistema comunista (aunque entre ellos hay gente que se hace llamar comunistas). Les gusta este extraño sistema que Rusia ha creado durante las últimas dos décadas: algo medio entre feudalismo y capitalismo de Estado, impregnado de corrupción. Pero aún así, algo faltaba...

Faltaba la sensación de integridad del sistema. Ahora está completo.

Ahora pueden gritar en voz alta su eslógan: “¡Un pueblo, un imperio, un líder!”. Sin ningún reparo.

Ellos querían el fascismo. Ya lo tienen.

El país, que salió del totalitarismo comunista hace treinta años, ahora volvió a caer en el totalitarismo, esta vez fascista.

¿De qué fascismo estás hablando? — muchos discuten conmigo — ¿Dónde está el partido global que crea un sistema por encima del estado? ¿"Rusia unida” — una manada de funcionarios — acaso se parece a este partido? ¿Y dónde están las organizaciones juveniles por las cuales deben pasar todos los jóvenes?

Bueno, en primer lugar, la zombificación de la juventud y la creación de organizaciones correspondientes en Rusia está en su auge. Y entonces, el fascismo no es solo la Italia de Mussolini o la Alemania nazi (ahora en Rusia se suele oponer el fascismo bueno con el nazismo malo), sino también Austria antes del Anschluss, España con Franco, Portugal con Salazar. Y en todas partes los regímenes fascistas tenían sus propias diferencias y peculiaridades. Ahora en esta fila pondrán a Rusia con el Putin de los últimos años.

Hay muchas definiciones diferentes de este fenómeno. En 1995, la Academia rusa de ciencias, a pedido del Presidente de Rusia, Boris Yeltsin, dio la siguiente definición de fascismo: “El fascismo es una ideología y práctica que afirma la superioridad y exclusividad de una determinada nación o raza, destinada a incitar la intolerancia nacional, justificar la discriminación contra representantes de otras naciones, negar la democracia, establecer el culto al líder, usar la violencia y el terror para reprimir a los opositores políticos y cualquier forma de disidencia, justificar la guerra como medio para resolver los problemas interestatales”.

En mi opinión, lo que está sucediendo en Rusia coincide completamente con esta definición. Rusia — su presente, pasado y futuro — se coloca en oposición a los estados circundantes (en primer lugar, europeos), afirmando la superioridad de la cultura rusa original (no en el sentido étnico, sino imperial) y negando la existencia misma del pueblo ucraniano, de su lengua y cultura: todo esto es parte constituyente de la propaganda estatal actual. Y la negación de la democracia, el culto al líder y la persecución de la disidencia — queda obvia...

¿Quién tiene la culpa de que Rusia haya llegado al fascismo? Putin. Es la respuesta más fácil. Por supuesto, él es culpable, pero hay una gran cantidad de personas, que se inclinaban hacia esto, no siempre de forma consciente.

Gran cantidad de personas que añoraban el Imperio, la “mano dura”, al mítico Stalin. Estas personas estaban tanto “arriba”, entre la “élite gobernante”: funcionarios, fuerzas de seguridad, diputados, jefes de empresas estatales, “oligarcas”, como “abajo”, entre las personas más pobres. Los primeros tenían sus coches de lujo, sus mansiones y yates, los otros no tenían ni un retrete dentro de su casa. Pero en el sistema autocrático de Putin todos ellos están privados de derechos.

Para los primeros luchar contra la autarquía no era rentable: en un sistema de poder diferente, nunca habrían ganado sus fortunas y lucros. Pero querían compensar, de alguna manera, su molesta impotencia. Para obtener la sensación del poder total sobre los “esclavos”, sin estar controlados por nadie, a excepción del gran jefe. Querían convertirse en una nueva nobleza, elegida por la historia y la vida misma para gobernar este país. Pero las remanencias de la libertad de expresión, los periodistas de investigación, los defensores de derechos humanos, los alborotadores que a veces incitaban a la gente a salir a la calle — se lo impedían. Así como algunos competidores entre la “élite” que aún querían conservar algo “de decencia liberal” en la gestión del país.

Los otros simplemente no creían en el posible éxito de esa lucha: su vida difícil ha sido una demostración de esto, así como la experiencia de sus padres y abuelos. Aquellos que recuerdan un breve periodo de la democracia relativa de los años 90, quedaron hasta asustados por aquello: todo a su alrededor estaba cambiando, tenían que tomar sus propias decisiones en condiciones difíciles, fue aterrador e inusual. Este miedo se lo transmitieron a sus hijos: “los cambios siempre son para peor”. Hay que confiar en la autoridad, en los superiores. Lo máximo que se podía hacer era escribir solicitudes y quejas a los superiores. La sociedad civil rusa resultó incapaz de mostrar y explicar a estas personas (que constituyen, si no la mayoría, pues un segmento muy importante de la población) la posibilidad de luchar por sus derechos. Además, en ocasiones, los propios defensores de los derechos humanos reforzaban esta actitud paternalista. En vez de convertir a las personas que nos buscaban en aliados en la lucha común, los tratábamos como clientes: ayudando, pero sin explicarles los objetivos finales de nuestra lucha. Después de recibir la ayuda gratis, los clientes volvían a sus vidas anteriores votando en las elecciones a quienes les indicaron sus superiores. Entretanto su propia miseria e impotencia la intentaron compensar dándole algún sentido, participando en algo grande, algo que les hacía pertenecer, aun siendo un tornillo insignificante, a la gran maquinaria del Imperio resurgente.

El régimen de Putin parcialmente cubría estas necesidades, pero hasta ahora fue insuficiente.

Entonces fue proclamada la guerra como un gran objetivo unificador: “¡Todo por el frente, todo por la victoria!”. La oposición está completamente aniquilada, se suprimen las remanencias de todos los derechos y libertades, es peligroso pronunciar en público las palabras “liberalismo” y “democracia” sin maldecirlas. Así que tanto los de “arriba”, como los de “abajo” se unieron, extasiados, en su “patriotismo” y odio por la Ucrania independiente.

Por supuesto, este éxtasis no une a la mayoría, pero sí, todavía a mucha gente en Rusia. La mayoría, hasta ahora, prefiere cerrar los ojos a lo que está pasando por un instinto de autoconservación. Bueno, es peligroso protestar, de todos modos no se puede cambiar nada, y las discusiones inútiles de los crímenes cometidos por nuestras tropas en Ucrania solo traen insomnio y una crisis nerviosa. Es mejor fingir que crees en lo dice la televisión e, incluso, tratar de convencerte de ello.

Probablemente así se comporte la mayoría bajo cualquier régimen fascista.

Y sólo una minoría muy pequeña está tratando de luchar. En nuestro país hay un movimiento contra la guerra, que tiene sus propios presos políticos, sus propios héroes.

Los activistas de derechos humanos continúan trabajando prácticamente clandestino: ayudan a las personas a evitar legalmente la movilización y el reclutamiento, compilan las listas de presos políticos, les proporcionan abogados, brindan asistencia legal y humanitaria a los refugiados de Ucrania y buscan formas de sacarlos a Europa. Sin embargo, en un país sin ley, el trabajo de los defensores de derechos humanos inevitablemente sufre transformaciones radicales. Los actuales defensores rusos de los derechos humanos se encuentran en la posición de disidentes, sus predecesores de la época soviética. La constatación de la violación de los derechos humanos para llamar la atención del público ruso y extranjero sobre los hechos, se está convirtiendo cada vez más en el contenido principal del trabajo de derechos humanos. La frase favorita del gran defensor ruso de los derechos humanos Sergei Kovalev: “Haz lo que tengas que hacer y sea lo que sea” sigue vigente.

¿Cuánto durará todo esto en Rusia?

¿Quién sabe?

El futuro de nuestro país se decide en los frentes de Ucrania. La victoria de las tropas rusas preservará el fascismo en Rusia durante mucho tiempo. Y viceversa...

En el último mes, el “éxtasis” antes mencionado ha empezado a desvanecer, gradualmente, en el desconcierto general: ¿cómo es que nuestro grande e invencible ejército está fracasando?

Llega la resaca. Y pega duro.

Y en estas condiciones, mucho depende de los países de Europa Central y Occidental. Es natural que cualquier persona en su sano juicio prefiere la paz ante la guerra. ¿Pero será una paz a cualquier precio? En Europa, en su momento ya intentaron conseguir la paz complaciendo al agresor. Todos conocemos el resultado catastrófico de estas tentativas.

Ahora también la Rusia fascista, si consigue la victoria, inevitablemente se convertirá en una seria amenaza para la seguridad no solo de sus vecinos, sino también de toda Europa.

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