¡Responderán ante Dios por el mal que han hecho!

A pesar de las súplicas de sus hijos, una pareja de jubilados de Borodyanka se negó a evacuar. Sobrevivieron a los bombardeos aéreos, vieron los helicópteros pasar por encima de sus cabezas. Un día, los rusos entraron en su patio y comenzaron a interrogarlos.
Oleksiy Sidorenko02 Abril 2023UA DE EN ES FR IT RU

Зоя Яворська, Бородянка Zoya Yavorska Зоя Яворская, Бородянка

Zoya Yavorska

Me llamo Yavorska Zoya Ivanivna, tengo 71 años. En Borodyanka vivían mis padres, mi esposo y yo vivíamos y trabajábamos en Kiev. Y luego regresamos al pueblo, a la tierra patria. Y llevamos viviendo aquí ya veinte años.

¿Usted esperaba una guerra a gran escala?

¡No me esperaba una guerra! Ni me la podía imaginar. Aunque mi marido sí que dijo que habría una guerra. Ya teníamos guerra. Él había trabajado toda su vida en el Ministerio del Interior. Conocía situaciones diferentes, sabía muchas cosas de las que no podía hablar. Hacía tiempo que nos dimos cuenta que los gobernantes rusos no eran muy cuerdos. Y sabíamos que en cualquier momento podía pasar algo terrible. Pero el hecho de que llegarán a Borodyanka ... Tuvimos la idea de que sería cosa de dos, tres o cuatro días, una semana. No nos atrevimos ni a pensar que podría ser una invasión a gran escala. Espantamos estos pensamientos. Teníamos la sensación interna de que tal vez atacarían por el este, por el sur, pero no por el norte. En mis peores pesadillas no me podía imaginar que aquí viviríamos algo así. A las seis de la mañana del día 24 me llamó mi nieta mayor, vivía en Gostomel, acababa de comprarse un apartamento allí.

Me llama y dice: “Abuela, ¿sabes que aquí ya hay guerra?” — “¿Qué guerra? No escuchamos nada”. — “Así es. La guerra. Corre, corre a recoger las cosas”.

¿Correr adónde? No pensábamos ir a ninguna parte. Llamé a una hija, luego a la otra. Estaban en Kyiv. Llegaron aquí el 24 de febrero. Huyeron de Kyiv a Borodyanka. Pensamos que estaríamos más tranquilos aquí. Desafortunadamente, vinieron con nuestros nietos. La nieta mayor y su esposo se fueron inmediatamente a Vinnytsia para estar con los padres de él. Y todos nosotros nos quedamos aquí. Mi hija mayor estaba en su casa, tiene una casa de campo aquí. Cuando comenzaron a bombardear Gostomel, aquí se escuchaban muy bien todas las explosiones. Se escuchaba todo: Bucha, Gostomel. Y se veía: explosiones y más explosiones…cañonazos casi todo el tiempo. Cuando había explosiones con destellos, daba mucho miedo. Corríamos al sótano con los niños. Estaban dos nietos con nosotros: de 10 y 13 años.

Бородянка, наслідки російських бомбардувань Borodyanka, resultados de los bombardeos rusos Бородянка, последствия российских бомбардировок

Borodyanka, resultados de los bombardeos rusos

El primero de marzo empezaron a tirar bombas. Estábamos en la habitación, el nieto con su computadora, me miró y le dije: “¡Corre!” Oí un silbido. Algo que cayó volando.

Mi marido entró diciendo: “!Corriendo a escondernos!” Saltamos fuera (tenemos dos entradas en casa). Mi marido y yo, por un lado, los niños por el otro. La menor se metió primera al sótano, mi otra hija apareció en el porche. Y vi como si alguien la levantase, tirando de los brazos para arriba, y la pusiese de vuelta. Era una onda explosiva. Todas las ventanas de la terraza saltaron hacía fuera. Todas rotas.

Parecía que fuese una bomba de vacío. Porque se levantó y se cayó el tejado de un lado. Las tejas se levantaron y se desplomaron.

Parecía que nuestro tejado estuviera lleno de erizos. Todo lleno de púas. Entonces decidimos que los niños no se quedarían aquí. Luego, después del bombardeo, me llama mi hijo mayor: “Encontré un lugar para salir de aquí”. Los rusos ya estaban en todas partes. Por el centro pasaban muchos tanques. Fue el primero de marzo.

¿A dónde se fueron sus hijos?

Mis hijos fueron primero a Vinnytsia. Primero fueron a Teteriv a través de Varshavka, de allí a Radomyshl y a Vinnytsia. Los mayores se quedaron en Vinnytsia. Mi nieta mayor. Y mis yernos también. Y mi hija menor con sus hijos y sus suegros que se escaparon de Kyiv y se fueron a España y a Portugal.

¿Ha pensado en evacuarse?

 ¡No! No salimos fuera, aunque nos ofrecieron. Les dimos toda la gasolina a los hijos para que fueran con el depósito lleno. Con todo el dinero en efectivo. El día 24, cuando llegaron los hijos, nos fuimos a Oschadbank a retirar el efectivo. Porque en los cajeros automáticos ya no había nada. Preparamos una bolsa con comida. ¿Cómo podíamos dejarlo todo? Mi esposo y yo ya lo habíamos hablado antes y decidimos quedarnos.

No iremos a ninguna parte. Somos setentones. Sí, queremos vivir, pero no dejaremos nuestro cortijo, a nuestros dos gatos, al perro, a las gallinas y todo esto... Aquí hemos invertido nuestra alma. ¿Cómo podemos dejarlo todo y marcharnos?

Nos alegramos mucho cuando se fueron nuestros hijos, el dos de marzo a las siete de la mañana. Y a las ocho volvieron los ataques aéreos. Mi esposo y yo nos quedamos en el sótano, felices de que los hijos se hubieran ido. Así fue... Ni siquiera pensamos en irnos. Mi marido me sugirió que fuera junto con los hijos. Le dije: “¿Cómo que me voy? ¿Y tú te quedas? Tú y yo somos uno sólo. Si hacemos algo, lo hacemos juntos”.

¿Qué pasó después?

No había luz. Nos quedamos sin electricidad, sin gas y sin agua. Antes de marcharse, los hijos nos dejaron 50 litros de agua. Rezábamos a que llegaran a algún lugar y se pusieran en contacto. Pero no había luz, los teléfonos se iban descargando. Los encendíamos solo para decir que estábamos vivos. Luego nos quedamos incomunicados. Yo ya les avisé antes: “No habrá conexión, no os preocupéis por nosotros. Todo estará bien. Ya vivimos lo nuestro. Hubo muchas cosas bonitas en nuestra vida. Y lo más bonito sois vosotros y nuestros nietos, es maravilloso. Lo único que importa es sentir este apoyo mutuo”.

¿Cómo era la situación en el pueblo?

No salíamos, pero oíamos cosas. Muchas cosas. El sobrino de mi compañera del cole fue asesinado. Varios hombres iban en coche, les dispararon. Su hermana enterró a su hijo. Joven, muy joven... Luego se llevaron a un vecino “al calabozo”. Robaban mucho, se lo llevaban todo. Era imposible salir a la calle. Tan pronto como mi esposo y yo salimos a ver la casa de mi hija, aparecieron los helicópteros. Volaban muy bajo. Daba la impresión de que se engancharan con los cables eléctricos. O aparecían coches con militares rusos. O se oían disparos. O las explosiones de los “Grad”.

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Borodyanka, resultados de los bombardeos rusos

¿Cuánto tiempo estuvo Borodyanka bajo ocupación?

Un mes. Ni siquiera desde el primero de marzo, fue ocupada antes. A nuestra calle llegaron más tarde. Vivimos en una calle remota, tenían miedo de alejarse de la calle central. Por la noche no deambulaban. Solo por la mañana. Teníamos una radio a pilas. Éramos felices de tener algún tipo de conexión. Un momento muy aterrador lo vivimos cuando nos derribaron la compuerta. Era fácil de abrir. Entraron en el patio. Se detuvo un coche: tal vez un vehículo blindado u otra cosa. Había muchos de ellos dentro. Entraron en el patio y empezaron a interrogarnos. El oficial se presentó. No recuerdo ni su rango ni su apellido, pero recuerdo el nombre: Alexander. “No tengáis miedo de nosotros (ruso)”. Era ruso: había tres rusos y cinco buriatos. Les ordenó: “Abajo las metralletas”. Todos las bajaron.

Se paró detrás del garaje, se detuvo allí, se sentó aquí. Empezó a preguntar, bueno, cómo estáis por aquí, no nos tengáis miedo, no os haremos nada malo. Bajé los ojos y pensé: “Sí, sí. Si pudiera, os echaría fuera. Simplemente no tengo esa opción”. Empezaron a preguntar por los vecinos: ¿si había alguien de la brigada de defensa territorial? O tal vez algún militar. Y yo pensando: “Claro, ahora te voy a contar que mi marido es casi militar”. Empecé a hablar, bajando los ojos, porque... Ya sabe, se me subió un nudo de odio a la garganta. Un odio inhumano. Cuantas ganas tenía de expulsarlos, pero no había cómo. Y sentía miedo por mi marido.

¿Qué pasó con su vivienda?

Bueno, ya ve, hay una grieta en el garaje. Y el porche está un poco desconchado. Todas las ventanas de arriba saltaron fuera. El techo estaba dañado. Pero llegó el sobrino del marido y lo arregló todo. Y en la casa del sobrino, llegaron al patio dos proyectiles. Vive al otro lado de la calle. Estaba hablando con un vecino en el patio, y este le dice: “Vamos a dispersarnos”.

Tan pronto como entró en la casa, llegaron los proyectiles. Justo en el lugar dónde habían estado. Se quedó un cráter. Y en la huerta había otros dos sin detonar. Ahí se quedaron. Él también es militar. Trabajaba como mecánico en el aeropuerto de Gostomel. Volaba.

 ¿Ha cambiado su actitud hacia los rusos?

Todas las personas tienen derecho a su propia vida, a su opinión. Pero lo peor es que ellos han perdido la capacidad de razonar. Eso da mucho miedo. Ni razonan, ni piensan. Porque hay amigos, hay parientes. Mi esposo tiene una hermana en Moscú. Mi yerno tiene una tía abuela en Tver. Ellos no se lo creen. No se lo creen, porque no quieren. Pero son de nuestra sangre. Alguien tiene amigos allí o compadres. Ellos dan miedo. Sabe, dan miedo ellos.

Responderán ante Dios por todo el mal que han hecho. Y los que lo entiendan, no tendrán una vida normal.

Vamos rezando por nuestros muchachos y muchachas que están ahí en el frente. Estamos vivos gracias a ellos. Que tengan buena salud. Es muy doloroso. Si yo pudiera, destrozaría a los enemigos... Quiero que se les juzgue. Quieren que se muera él (Putin). ¡Sí! Pero primero quiero que sienta nuestro odio. Y no solo él. Después de todo, no es una persona solo. Hay muchos. No sé, a lo mejor nos tienen envidia negra. ¿Por qué tú tienes esto y nosotros no? ¿Por qué? ¡Te lo quito pues! Esta envidia negra corroe a la gente. Es terrible, nos duelen tanto nuestros muchachos que murieron. Nos duelen los que están luchando, los que se quedan. Siento mucho dolor por todos estos muchachos.

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