Pisando el cielo estrellado con sus botas sucias: los rusos casi destruyen el radiotelescopio de ondas decamétricas más grande del mundo

El mundialmente famoso radiotelescopio UTR-2 está cerca del pueblo de Grakove de Járkiv. Durante casi siete meses se encontraba bajo la ocupación rusa. Los monitores del Grupo de derechos humanos de Járkiv visitaron la institución científica a finales del otoño del año pasado.
Iryna Skachko10 Mayo 2023UA DE EN ES FR IT RU

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Las radiotormentas de Júpiter, los relámpagos de Saturno, el Sol, los púlsares, los remanentes de supernovas, el medio interestelar e interplanetario, los objetos extragalácticos hacen parte de la lista de fenómenos estudiados, por los científicos ucranianos, en el Observatorio Braude de Radioastronomía, con la ayuda de los radiotelescopios UTR -2 y GURT. El primero es el radiotelescopio de ondas decamétricas más grande del mundo: con una superficie equivalente a treinta campos de fútbol.

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El edificio principal, decorado con mosaicos, una vez fue lugar de trabajo y descanso para los científicos del Instituto Nacional de Radioastronomía que pasaban por aquí para realizar sus mediciones. Había dormitorios habilitados, una cocina-comedor común y baños con agua caliente.

Las tropas rusas ocuparon Grakove el 25 de febrero de 2022. Y el 2 de abril llegaron al territorio del observatorio. Hasta entonces, los empleados permanecieron allí. El académico Oleksandr Konovalenko, subdirector del Instituto de Radioastronomía, estaba entre ellos. Dice que salvaguardaba este lugar sagrado. El académico había estado trabajando con el UTR-2 desde su creación.

Los rusos echaron a todos fuera y convirtieron la joya de la ciencia nacional y mundial en una base militar y depósito de municiones. Habilitaron las posiciones de fuego, llenaron el área con minas y serpentinas, destruyeron y saquearon los equipamientos singulares.

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A los rusos, por lo visto, les gustó el enorme territorio del observatorio: había colectores subterráneos, un parque de autos propios, un hangar, almacenes, viviendas, garajes. Ahora no queda nada de esto.

El edificio principal es reconocible tan sólo por el mosaico: muestra la ingenua creencia en el genio de la humanidad de los años setenta, avanzar hacia estrellas en vez de librar guerras. El Copérnico contempla con tristeza desde la pared las cajas de proyectiles y envoltorios de comida militar amontonados por todas partes. Un trozo de papel, pegado debajo de su retrato, advierte la presencia de las minas terrestres.

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...Caminamos por un corredor cubierto de basura dejada por el ejército ruso: ladrillos rotos, placas de circuito arrancadas, pedazos de equipos destruidos. Caminamos con cuidado: en algunos lugares hay pisos derrumbados. Todas las paredes están llenas de letras “Z”: al parecer, viviendo en un “espacio científico hostil” los rusos necesitaron transformar este incomprensible lugar a lo bárbaro, tal y como sabían hacerlo.

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“Convirtieron el edificio central en algo parecido a un hospital: en el segundo piso había un montón de medicinas, batas quirúrgicas”, cuenta una de las empleadas, Ganna Belenets. “Había “triángulos” fijados en los marcos de las camas para levantarse mejor. Se encontraron fórceps quirúrgicos. Aunque no había rastros de sangre en las sábanas... Había sedantes, valeriana...”

Los empleados del instituto están cargando en el auto lo poco que han encontrado aprovechable en el edificio central del observatorio. Es poca cosa: básicamente “ratones” de computadoras.

“Robaron todo: carros, máquinas, transformadores, tractores. Por supuesto computadoras. En general, han machacado mucha maquinaria, sin entender ni lo que era. Estaban tiradas las unidades de sistemas por aquí. No entiendo que buscaban dentro?”, se sorprende Ganna.

Frente al edificio hicieron montañas de tierra: parece que los rusos cavaron aquí verdaderos caponiers.

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Hay siluetas humanas moviéndose en la niebla por el campo de antenas: los radioastrónomos están comprobando la integridad del equipo. Caminan con cuidado: no todo ha sido desminado todavía, aquí y allá se ven las banderitas rojas. Son marcas que los zapadores dejan cerca de minas y proyectiles sin explotar. Parece que hay suerte con las antenas: solo una derribada. No está claro si funcionarán. El sistema de cable todavía está siendo desminado.

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“De hecho, las antenas están dañadas. A primera vista parece que todo está entero. Y si te acercas, las varillas rotas”, explica Igor Bubnov, el investigador jefe. “Aquí había muchas minas trampa, las encontraron en septiembre. Por supuesto, nos gustaría que todo aquí fuera desminado cuanto antes... No podemos empezar el trabajo hasta que no se haya desminado todo... La gente sigue viniendo, arriesgándose. Andamos en fila india...”

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Casi no quedan almacenes. Aquí los ocupantes almacenaron proyectiles. Su almacén de municiones voló por los aires durante la contraofensiva ucraniana. No todo explotó: algunos proyectiles quedan medio carbonizados, sin explotar. Es peligroso moverlos. Es posible que los tengamos que desactivar aquí mismo, en el acto.

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El enorme hangar, agujereado por la metralla, parece un planetario por dentro. Hay una pila de autos rotos y quemados al lado.

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“El que más sufrió fue el edificio principal. Allí estaba el equipo básico de registro, el sistema de fases y de control”, dice Ihor Bubnov. “Ya no queda nada. Nuestro sistema de registro era nuevo y avanzado. Pero el sistema de fases se ha mantenido desde la época soviética. Aquí es difícil comprar incluso una base elemental.”

El académico Oleksandr Konovalenko no se anda con rodeos hablando de los rusos.

“¡El radiotelescopio ha funcionado durante 50 años y ahora puede desaparecer por culpa de esos cabrones rusos! ¡Bombardearon Járkiv desde mi observatorio! ¡Los astrónomos rusos lo sabían, sabían que aquí no podía entrar su ejército y no hicieron nada para salvar el observatorio! ¡Ninguno de ellos dijo una palabra! La malvada Rusia no solo mata a la gente, mata la ciencia. El UTR-2 es una gran pérdida para la ciencia. Este radiotelescopio es reconocido en la comunidad científica mundial. Gracias a él, cooperamos con 10 países del mundo. Lo más destacado que tenemos es la radiación cósmica de frecuencia más baja que se puede observar desde la superficie terrestre. El mundo sabe que esta frecuencia es la más informativa. Desafortunadamente, lo más probable es que el edificio principal sea destruido. Lo saquearon. Pero las partes más valiosas del radiotelescopio se encuentran bajo tierra. Y parecen haber sobrevivido. El GURT, nuestro orgullo, el radiotelescopio de nueva generación, que tiene la banda de frecuencia tres veces mayor, está casi intacto. De los dos receptores digitales, fue robado solo uno. A pesar de la guerra y la destrucción, la investigación y el trabajo del instituto de radioastronomía no se han detenido. Nuestros científicos son coautores de otro telescopio similar, en Francia. Es más pequeño. Actualmente dos de nuestros empleados están trabajando con él. En Ucrania funcionan cuatro radiotelescopios más; todos juntos son casi como el radiotelescopio cerca de Grakove. Además, tenemos una enorme cantidad de datos acumulados que aún estamos procesando y planeamos publicar. Pero la prioridad mundial la hemos perdido. Es decir, la podemos perder si no reconstruimos el UTR-2.

Dejamos el territorio del observatorio destrozado para seguir por la carretera destruida por maquinaría militar. Dejamos en la niebla las ruinas de los edificios derrumbados por las explosiones, donde hasta hace poco se concebía el futuro. Los rusos dejaron atrás la Edad Media.

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... En abril de 2023, el territorio del radiotelescopio de ondas decamétricas más grande del mundo todavía está minado: los zapadores priorizan la infraestructura crítica y los campos agrícolas. Pero, a pesar del peligro, el observatorio no está vacío. Varios técnicos, que viven en los pueblos cercanos, vienen al territorio del observatorio todos los días para cuidar, limpiar y reparar. Los científicos de Járkiv vienen con regularidad.

“Los empleados andan con mucho cuidado. Conocemos caminos desminados. Nos estamos moviendo por donde pasaron los zapadores”, dice el académico Oleksandr Konovalenko. “El área del radiotelescopio es enorme — 140 ha. No es fácil de desminar. Y ahora que empezó a crecer la hierba, el trabajo se vuelve peligroso y difícil, porque no se puede ver nada. Muchos colectores subterráneos permanecen minados. En septiembre, los militares lograron desminar solo uno. Lamentablemente, ahora mismo no se realiza el desminado... Con el financiamiento asignado por la Academia de las Ciencias, conseguimos colocar las ventanas y el techo del edificio principal. Aún no se ha restablecido la electricidad. Pero compramos generadores de gasolina. Además, vamos a comprar plantas de energía solar”.

La restauración del telescopio moderno GURT está prevista próximamente. Los servidores que almacenaban una gran cantidad de datos de radioastronomía han sido destruidos. La información valiosa ahora se almacenará en las instalaciones de los Países Bajos. Los científicos saben: después de la victoria, el UTR-2 también funcionará. Para ello cuentan con la ayuda internacional y confían en el ejército ucraniano.

“A pesar de la guerra y la destrucción, la ciencia seguirá existiendo”, asegura Oleksandr Konovalenko.

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