Refat Chubarov: ‘Debemos condenar el comunismoʼ
El Grupo de derechos humanos de Járkiv se reunió con Refat Chubarov en mayo de 2024, justo cuando se cumplieron 80 años desde el inicio de la deportación, ordenada por Stalin, de este pueblo nativo de Crimea. Desde entonces, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anunció una decisión devastadora para Rusia y reconoció la ocupación ilegal de Crimea, iniciada el 27 de febrero de 2014, que va acompañada de una opresión constante de la libertad y de violaciones de los derechos humanos.
Hablamos con el jefe del Mejlis [Congreso del pueblo tártaro de Crimea] sobre la deportación de entonces y de ahora, de por qué se habla más del islamismo radical que del movimiento tártaro de Crimea y por qué la paz en Europa no llegará sin el colapso de Rusia.
Los tártaros de Crimea también mueren en la guerra, al igual que otros militares ucranianos. ¿Hasta qué punto es dolorosa esta pérdida para el pueblo tártaro de Crimea?
Es una pérdida tremenda para nosotros. Un dolor increíble. Especialmente cuando enterramos a militares y no podemos pronunciar su apellido para expresar nuestras condolencias. Muchos han notado que en nuestros comunicados utilizamos solo su apodo de guerra. Esto significa que sus familiares se encuentran en la Crimea ocupada y de esta manera intentamos protegerlos. Sólo durante el rito funerario, orando, el imán debe decir su nombre y el nombre de su padre, según nuestras tradiciones. Advertimos a todos los presentes que tienen que olvidar lo que han oído.
Además de decenas de tártaros de Crimea enterrados aquí, en Ucrania continental, hay desaparecidos a los que no podemos encontrar. Es decir, sus cuerpos no pudieron ser evacuados por sus compañeros. Sabemos cómo y dónde murieron, pero no tenemos sus cuerpos
Debe ser muy difícil para la familia ni siquiera poder hablar abiertamente sobre el hecho de que su pariente, su hijo y su padre murieron en la guerra.
El último caso ocurrió hace unos 2 o 3 meses, fue una operación bien conocida en las regiones rusas colindantes con Ucrania. Allí murió un militar de Crimea. Por explosión de una bomba aérea guiada muy potente. Sus hermanos encontraron sus restos y ahora la madre, que llegó a Kyiv [desde Crimea] a través de terceros países, está haciendo pruebas de ADN para, al menos, enterrar lo que queda de su hijo. Comparto este terrible dolor que sienten los padres. Pero no es nada comparado con lo que realmente tienen que soportar. Los padres de los militares tártaros de Crimea pertenecen a una generación nacida inmediatamente después del exilio: en los años 50 y 60. Nacieron en el exilio, tuvieron hijos, lucharon para regresar a Crimea, criaron a sus hijos aquí en Ucrania y otra vez llegaron los rusos para matarlos. Y los están matando.
Como historiador, cuando reflexiono sobre estos casos, inmediatamente veo este círculo de constante agresión y odio de los rusos contra nosotros. Y no sólo lo veo, conozco los números, conozco las pérdidas que ha sufrido nuestro pueblo desde finales del siglo XVIII. Y por eso hoy tenemos diásporas más numerosas que el pueblo que vive en su tierra patria. Por culpa de la política rusa.
Algunos en Ucrania dicen que la guerra con Rusia nunca ha parado, que es un proceso que dura 30 años, 100 años, 300 años.
La esencia es la misma: destruir. Parecía que Stalin finalmente había logrado cumplir con la tarea propuesta por el imperio [ruso]: limpiar Crimea de sus habitantes nativos y finalmente, como se decía en tiempos de Catalina II, “hacerla rusa en su estilo y espíritu”.
Lo primero que hicieron fue cambiar todos los topónimos. Nombres de todos los asentamientos, con excepción de unos pocos, como Bakhchisarái y Yalta. Con éstos también hubo discusiones, pero no se atrevieron. Como con Jankoi, porque es una central ferroviaria clave y alguien dijo que después sería muy difícil operarla. Cambiaron más de 1.460 nombres en los cuatro años posteriores a nuestra expulsión y demolieron todos los cementerios.
¿Necesitamos un tribunal para los crímenes del comunismo?
Por supuesto. Aunque los líderes promotores de esos crímenes masivos no están vivos, pero no hemos hecho lo mismo con el comunismo que con fascismo. Una de las razones por las que el estado ucraniano tambaleó tanto y nunca logró desprenderse del pasado soviético fue que en nuestro país, que ya pasó a la democracia y al sistema multipartidista, una de las fuerzas más chillonas fue el Partido Comunista.
Recuerdo la primera vez que vine al Parlamento de Ucrania, fue después de 1998, y cuando el presidente del Parlamento leyó las palabras de condolencia ya que aquella fecha, el 18 de mayo, fue el aniversario de la deportación del pueblo tártaro de Crimea, pidió la palabra Petro Symonenko, diputado y líder del partido comunistas, y dijo desde la tribuna — cito sus palabras literalmente: que los tártaros de Crimea deberían estar agradecidos a Stalin por deportarlos. Porque si no lo hubiera hecho, los soldados, al regresar de la guerra, habrían organizado algún tipo de masacre de los tártaros de Crimea, porque todos ellos habían colaborado con los alemanes.
¡Y después no sucedió nada! No me dejaron acercarme a él, pero nadie más tampoco lo intentó. Es decir, todos se lo tragaron y ahora no sólo los tártaros de Crimea son fascistas, sino que, en opinión de Moscú y de toda Rusia, toda la nación ucraniana es fascista. Esta demonización que nos reduce al fascismo es necesaria para destruirnos. Y el bastardo que lo dijo desde la tribuna está ahora en Moscú y es el adjunto de Zyuganov, el líder de los comunistas rusos. Lo digo porque las cosas hay que hacer a tiempo, de lo contrario, viene la desgracia. De lo contrario, todo se repetirá.
¿Así que más vale tarde que nunca?
Claro. Debemos condenar la ideología que acarreó la muerte de millones de personas, la ideología comunista. Para que luego nadie la vuelva a utilizar.
¿Podemos decir que el movimiento nacional tártaro de Crimea es un ejemplo de Islam pacífico, en contraposición a las corrientes radicales?
La frase “Islam pacífico” ya contiene una contradicción, porque el Islam no puede ser no pacífico. Y al revés, hasta qué punto los perpetradores del terrorismo intentan utilizar el Islam es otro tema del que hay que hablar.
¿No le parece algo injusto que el mundo hable más de radicalismo y no de los pacíficos tártaros de Crimea, que están promoviendo con bastante éxito la idea de libertad para su pueblo?
Sí, lo veo injusto. Pero aquí hay que explicarlo todo con paciencia. Mire, la mayor parte de la sociedad ucraniana son cristianos ortodoxos. Y la sociedad rusa, en su mayor parte, también es ortodoxa. Y hay una guerra sangrienta. Por tanto, surge la necesidad de explicar por qué sucede. Hay que crear una forma de demonización. De aquí vienen los “banderas” [*seguidores de Stepán Bandera, nacionalista ucraniano], los “fascistas”. Los ucranianos están siendo demonizados para que los rusos puedan matarlos con más ligereza. Es lo que hace Rusia. Aunque las personas que combaten, en su mayoría, son adeptos de la misma religión.
El caso de los tártaros de Crimea para Moscú es más fácil, porque son musulmanes, suníes. En el mundo hay muchos casos cuando se intenta combatir la injusticia con medios que conducen a una injusticia aún mayor: explosiones, guerras. En Crimea, la lucha actual contra el supuesto radicalismo islámico es una de las formas de oprimir a los tártaros de Crimea como nación y de desintegrar su resistencia. Porque cuando vienen y se llevan a alguien por exigir libertad de expresión o libertad de reunión es una cosa. Y hacerlo no es decoroso. Pero cuando llegan a casa de alguien diciendo que está leyendo un libro prohibido, que ellos mismos le habían echado (y en Rusia hay una lista de libros prohibidos, algo que no sabíamos), la sociedad lo ve diferente.
Cuando los tártaros son detenidos en Crimea, acusados de ser partidarios de la así llamada “secta radical”, es para desviar la atención de la comunidad internacional.
En Occidente a menudo se habla de que la gente teme el colapso de Rusia. Usted dice que éste escenario es inevitable: si derrotamos a Rusia, este imperio tiene que colapsar.
La existencia de este estado en sus fronteras actuales es una repetición. Entonces hay que pensar que después de treinta o cuarenta años todo esto se repetirá, y tal vez hasta tenga una forma aún más terrible.
Actualmente vivimos en una guerra que tal vez no habría ocurrido si el colapso de la URSS se hubiera producido en una versión más sólida: con condenas, tribunales y concediendo libertad a todos los pueblos esclavizados de la Federación Rusa. Esto no sucedió y tenemos una guerra.
Entrevista: Denys Volokha, imágenes y edición: Sergiy Okunev.