‘Daba de beber vodka a los perros para que no tuvieron un paro cardíaco’

Valeriya Kaminska es una empresaria de Mariúpol. Cuenta historias aterradoras sobre torturas y la vida bajo los bombardeos, recuerda su conversación con un joven checheno después de la cual él rompió a llorar.
Volodymyr Noskov, Denys Volokha05 Marzo 2024UA DE EN ES FR IT RU

Valeria Kaminska es una empresaria de Mariúpol que salió de la ciudad a mediados de abril y, pasando por la Federación Rusa y los países de la UE, llegó a Lviv. Cuenta historias aterradoras sobre torturas, la vida bajo los bombardeos, recuerda su diálogo con un joven checheno, durante el cual él rompió a llorar.


Valeria, ¿por qué vuelve a contar su historia?

Probablemente para que la gente no se olvide de ella. Entiendo a aquellas personas que se niegan [a contar sus historias]. Porque cada vez que vuelves a estos recuerdos, te espera una semana de insomnio. Un miedo más que, como cualquier cosa negativa en la vida de uno, no trae alegría. La alegría nos sana y el dolor nos destruye sin más. Probablemente, aquello no fue fácil para nadie. Cada uno tenía su propia experiencia personal, su propio pánico, su propio miedo. Y probablemente cada segundo de tu vida en aquel lugar sentías miedo.

¿Este miedo todavía está dentro?

Sí. Ahora entiendo muy bien el miedo de mis seres queridos que estaban esperando sin saber nada. Miedo a lo desconocido. Esto da mucho miedo. Asimismo, soy plenamente consciente que dejé allí a mis animales, mis dos perros, sabe, me encantan los perros. Estoy buscando una forma de sacarlos, de traerlos. Para mí, fue una decisión importante y terrible. Me pongo triste al hablar de ello.

Sabe, en una situación así estás con mucha adrenalina, estás como un militar: gastas todos los recursos que tienes. Le cuento más: he hablado con mucha gente de allí y casi nadie se puso enfermo, absolutamente nadie, porque estaba siempre en una situación de estrés, estaba como un robot.

Tenía mucha responsabilidad: mi madre enferma, mis animales. Es decir, tenía que ir consiguiendo cosas.

Valeriya, ¿cómo recuerda Mariúpol del 22 y 23 de febrero? La Mariúpol de su zona de confort.

Yo vivía en el barrio de la orilla izquierda de Mariúpol. Literalmente a dos minutos del Paseo marítimo y a 5 minutos del mar. Soy una amante de los perros — todas las mañanas pasaba con mis perros cerca del mar en plan tranquilo. Sea invierno o verano. Gracias a Dios tenía mi propio negocio y nunca iba con prisas: tenía mi propia agencia autorizada de trabajo en el extranjero y de turismo.

¿Y cuándo empezó la guerra para usted?

Primero hubo un momento de asombro. Es decir, todavía no sentimos pánico y miedo. La guerra seguía su curso, por supuesto, que yo y mi país desconocíamos. Todo iba en aumento, sabe. Durante tres días todavía teníamos luz y agua. Al quinto día, aparecieron los saboteadores. Hombres y mujeres vestidos de negro que llevaban un “chisme” que les cabía en un bolso. Se acercaban a tiendas o farmacias y entraban, disparando con el chisme a las puertas o contraventanas. Se llevaban vodka y todo lo que necesitaban. Robaban. Y luego llegaban los nuestros y también robaban algo. Cuando la tienda estaba abierta, también entraban los civiles que vivían cerca.

No condeno a nadie, porque la gente tenía que comer/beber. Pero después de eso, ellos, al pasar junto a la gente que estaba cocinando en la calle, decían: “Paz esté con vosotros, llamadnos pacificadores”.

¿Y cómo reaccionó la gente ante tales llamamientos?

Me hubiera gustado hablar con ellos para saber qué hay en sus cerebros. ¿Qué me ofrecen? ¿Qué tipo de paz? ¿Por qué llamarlos pacificadores? ¿Por saquear mi tienda? ¿Por dejarme sin medicinas, sin pan, sin mantequilla, sin queso y sin embutidos? Yo personalmente no quiero esta paz.

No sé cómo reaccionaron otras personas, pero todo estaba sucediendo ante mis ojos. Como tengo animales, los sacaba a pasear por el barrio. Creo que toda esta gente tiene el cerebro lavado y cree que me están salvando. Solo que no consigo entender de qué me están salvando. Como tenía que volver vía Rusia, no había posibilidad de salir por Ucrania, todo estaba cortado. Regresé por Rusia y tuve que hablar educadamente con todos. Viví en Moscú con mi prima (gracias a Dios tengo una familia muy unida), luego fui a Riga, luego a Varsovia y luego a Lviv. Así salí de Mariúpol.

¿Cuándo se dio cuenta de que estaba aislada del mundo exterior, de la información?

Literalmente al tercer día.

¿Cómo se sintió moral y psicológicamente?

Caí en la incertidumbre. Simplemente no reaccionaba a nada, eso es lo que me pasó a mí. No lloras, no gritas. Estás congelado por dentro. Y empiezas a adaptarte a la situación. No derramé lágrimas, porque sabía que eso no me salvaría. Pero nunca he rezado con tal fervor, como recé allí.

Ellos creían que entrarían a la ciudad con un desfile y se acabó. Pero el desfile no les salió bien.

Ni siquiera tenía mucho miedo. Quizás me salvó mi fe cuando durante la semana pasaron los "guardianes de noche”.

¿Y esto qué era?

Los “guardianes de noche” es el término que yo misma inventé. Imagínense, un tanque que da vueltas por el barrio disparando por doquier a las 19:30 en punto. Empezó al cabo de una semana [del comienzo de la invasión].

Estos hombres iban dando vueltas por el barrio y girando el cañón disparaban contra todo.

Cuando disparaban los Grads desde la fábrica, sabías que llegaría más allá. Es decir, que pasaría por encima tuyo. Ya sabes distinguir el tipo de arma, eres como un elfo: te crecen las orejas y ya sabes si disparan de lejos o de cerca, qué edificio es. ¿Se imagina la tensión que siente constantemente una persona? Utilizar los oídos para saber qué proyectil y hacia dónde vuela. Y todo sucede ante tus ojos.

¿Y los momentos del silencio?

Muy tensos también, porque el silencio era más estresante y no parabas de pensar: “Ahora va a empezar”.

El silencio es aún más aterrador que cuando disparan los Grads. Cuando están disparando, lo entiendes. Pero cuando llega el silencio, no sabes cuál sería el próximo paso, desde dónde puede llegar algo. Porque siempre después de un ataque llegaba la respuesta.

¿Cuándo empezó a faltar la comida y agua?

Me considero muy afortunada. Incluso allí tuve suerte en todo. Comparado con aquellos que salieron a buscar pozos con agua y no regresaron, unos vecinos me dejaron las llaves [de su departamento], gracias a Dios. Tenían una reserva de agua. Salvé a una gata al empezar el incendio en el apartamento de Lyudmyla. Les tengo mucho aprecio a mis vecinos y ellos, gracias a Dios, a mí. Gracias a esto, me salvé y sobreviví. Todos me dejaron las llaves de sus apartamentos cuando se fueron. Había comida. Yo no pasé hambre.

Mi casa se incendió, alcanzada por varios proyectiles. Bueno, de alguna manera fue posible sobrevivir a todo esto. Pero lo más aterrador ni siquiera fueron los proyectiles de los tanques, sino el miedo por la noche. Cuando vuela algo que no sé ni qué es, lo llamé “zumbón”. Imagínese que no hay luz ni sonido alguno. Silencio, oscuridad y algo volando y zumbando. Y tras este sonido sigue una fuerte explosión. Entiendes que pasa por encima de tu cabeza. Y todo alrededor arde con una llama azul. Las puertas y las ventanas temblando.

No sé qué tipo de arma era, se lo juro, no lo sé. Me daba mucho miedo. Mucho miedo porque fue de noche. Los aviones siempre volaban de noche, esa era la táctica. Más tarde empecé a enterarme de todo esto. Después de hablar con mucha gente. Si hay un francotirador en una casa, habrá un avión sobrevolando esa casa y tirando bombas.

¿Qué pasó luego?

‘Кожна розмова — ніби голки вставляєш’, — говорить Валерія Камінська, якій не завжди вдається стримувати сльози під час інтерв’ю. © Денис Волоха/ХПГ ‘Each discussion is like sticking needles under the skin’, says Kaminska, who was not always able to hold back her tears during our interview. ‘Каждый разговор — будто иголки вставляешь’, — говорит Валерия Каминская, которой не всегда удается сдерживать слезы во время интервью. © Денис Волоха/ХПГ

‘Cada conversación de éstas es como pincharse con agujas’, dice Valeriya Kaminska, que no consigue contener las lágrimas durante las entrevistas. © Denys Volokha/Grupo de derechos humanos de Járkiv

Se nos acercaban cada vez más, a mi barrio. No pudimos salir. Mi madre me pidió que fuera a su apartamento. Su apartamento está literalmente a diez minutos a pie del mío por el bulevar. Una parada de autobús o un paseo por el bulevar Komsomolsky [Marítimo].

Era imposible llegar allí, yo tenía miedo. Me mudé con mi mamá cuando mi casa se incendió, cuando el barrio de mi prima se quemó hasta los cimientos. En una noche se quemó todo el barrio, allí vivía toda mi familia, somos una familia muy unida. Una prima vivía cerca, su casa estaba al otro lado de la calle. Su casa también fue alcanzada por un proyectil. No sé si ucraniano o ruso, no lo vi con mis propios ojos.

¿Siempre olía a quemado en el aire?

Sí. Permanentemente. Todo estaba negro. No me interesaba mucho dónde impactaron los proyectiles. Normalmente la gente tiene esa curiosidad natural.

¿Cuándo aparecieron los militares de uniforme ruso?

Los de uniforme ruso aparecieron en la calle al cabo de un mes y medio. Antes no se veían. Tal vez no se atrevían a salir caminando.

¿Entraron en contacto con los civiles?

A ver si me explico: no podíamos salir o caminar fuera. Mis perros hacían sus necesidades sin salir de casa.

¿Y sus necesidades vitales?

¿Qué necesidades? La gente que intentó traernos agua, salió corriendo dos minutos después porque estábamos en la línea de fuego. No podías ni salir a cocinar algo fuera. Simplemente no podías hacerlo. La gente cocinaba a fuego dentro del portal de su casa.

Mi prima, cuyo apartamento se quemó, ella y Sasha fueron a la fábrica de pan, son literalmente 10 minutos. Tardaron de una hora y media a dos horas. Y nosotros esperándolos. Iban andando y, tras un tiroteo, se escondieron en el portal de una casa, al salir vieron 3 personas recién muertas. Es decir, cualquier contacto con los militares era imposible.

La gente irrumpía en los apartamentos de otros para buscar comida y agua. Así se resolvía todo. Algunos lo llamarán saqueo. Y lo considero normal. Quizás alguien se llevó algo extra, pero entraron buscando comida, agua, rompiendo calderas. No teníamos otras opciones.

Leña: todos los árboles caídos, todo destruido, teníamos dos minutos de tiempo agarrar un palo y calentar un vaso de agua. Y si no lo consigues, te quedas sin beber nada. Así fue.

Un mes entero lo pasé sin salir de casa. Lo máximo fue bajar corriendo a la planta baja para cocinar algo de comida. Me encontraba en un constante estado de terror y adrenalina. Mis perros no salían a pasear por miedo. Se asfixiaban de miedo, les daba algún remedio. Se me acabó la valeriana; gracias a Dios, tenía comparada una botella de vodka.

Les daba de beber vodka mezclado con agua a los perros para que no sufrieran un paro cardíaco. Puede imaginarse el miedo que sentía la gente.

¿La única salida fue por Rusia?

Una vez que llegó la información sobre los corredores de salida, los vecinos del primer piso salieron. Fue una semana y media después del inicio de la guerra. Eso fue todo, no tenía conocimiento de otros corredores.

Un mes más tarde, la gente de nuestra zona empezó a irse por su cuenta, pero no teníamos otra opción que ir a Rusia y a la llamada República Popular de Donetsk [RPD]. Porque somos un territorio aislado: por el río y el mar.

Nuestra orilla estaba cortada por el río y el mar, todos los puentes estaban volados. No había forma de escapar.

De mi barrio no podíamos salir. No había ninguna información. La gente simplemente salía sin saber adónde. Primero iban a los hospitales; todos los hospitales quedaron destruidos por bombardeos. La gente, presa del pánico, en estado de shock, iba buscando como salir. Y cuando llamaron a la casa de Olena, diciendo: “Que vienen los aviones y van a destruir este barrio”, pues nosotros también nos fuimos. Con un carrito, con mi madre discapacitada y sus medicinas.

Salimos: la familia de Olena, ella y su esposo, nos llevamos a una mujer, discapacitada desde niña, a otra vecina y a mi madre. 8 mujeres en total. Imagínese: 8 mujeres, todas mayores, se dirigen a algún lugar.

Ejército de la República Popular de Donetsk y los chechenos

Me quedé hablando con un joven checheno. Con lágrimas en sus ojos me dijo: “¿Es cierto que nos llaman bestias?” Y yo respondí: “¿Es cierto que nos llaman nazis y drogadictos?” El chaval empezó a llorar. Dijo: “Al llegar aquí, veo que lo que nos prometieron y dijeron, que nos metieron en los cerebros y corazones, todo es una mentira”.

Pensaron que llegarían como profesionales, como un equipo de fútbol contra otro equipo de fútbol. Vendrían y en tres días con bailes y canciones chechenas conquistarían la ciudad. La ciudad se rendiría, ellos restablecerían el orden, traerían a sus familias y todos viviríamos en paz, como amigos. No funcionó.

No sé quién inventó la palabra “nacionalidad”. Dios no tiene nacionalidad. Hay seres humanos y hay humanoides. Y esto se manifiesta no sólo en la nación ucraniana, sino en todas las nacionalidades.

Simplemente hay personas y hay los otros, ni siquiera sé cómo llamarlos. Francamente, ni siquiera son humanoides, ni quiero compararlos con los animales.

Es decir, Shamil, cuando vio pasar toda nuestra procesión, preguntó: “¿Tenéis pan?” Yo dije: “No tenemos pan”. El hombre nos dio pan, comida, agua.

Valeriya cada persona tiene sus opciones. Él podría lastimarse o rendirse.

Y él no se rindió, se lastimó y se fue a casa, les dijo a todos sus familiares que no vinieran aquí. Y rendirse, ¿para qué?

Primero lo pararon y lo devolvieron, dos minutos más tarde dijo: “Algo habrá que inventar”. Le dije: “Shamil, invéntate algo para no tener que combatir”.

Ahora hablemos del encuentro con quienes se presentaron como “soldados de la República Popular de Donetsk [RPD]”. Los llamé “Ivanito RPD”.

Sabe, a veces me parecía que simplemente estaban felices: “Vivimos así durante ocho años”. Nos bombardean, nos disparan, me quedo sin casa. Y ellos simplemente están felices de que yo ahora no tenga casa.

"Ahora sois el pueblo de Donetsk. ¿Qué pasa, no ves la tele?” Tienen cierto orgullo: “Te estoy salvando, ahora eres una de Donetsk”. ¿Y quién me preguntó si quiero ser una de Donetsk? Sentirme muy feliz de vivir en esta zona gris sin agua, sin comida y bajo las balas. ¡Vaya alegría!

¿Había insultos o humillaciones por su parte?

Sí. “¿Quién eres? ¿Por qué vives aquí?

© Денис Волоха/ХПГ © Denys Volokha / the Kharkiv Human Rights Protection Group (KHPG) © Денис Волоха/ХПГ

© Denys Volokha/Grupo de derechos humanos de Járkiv

Tortura por parte de los “de Donetsk

Les contaré una historia que toca el alma. Os podéis imaginar la situación de mi amiga Olena, con la que vivíamos y cocinábamos juntas, etc. Junto a ella vivía su sobrina, Olga. Esperaron mucho tiempo por su hermana, Iryna. Y cuando Olga y su marido fueron a buscar a su madre, al lado de su casa destruida encontraron sólo un carrito.

Tres días después, también desaparece el marido de Olena. Imagínese: primero desapareció su hermana Iryna y luego su marido.

Durante cinco días Olena y yo hicimos de todo en busca de su marido, con quien estaba casada desde hacía 30 años. Al quinto día aparece y nos cuenta lo siguiente.

Antes de eso, Vlad fue gravemente herido en el costado. Estaba de pie tratando de hacer fuego, la puerta metálica de la entrada se cerró delante de él y recibió metralla en el estómago. El hombre tenía un agujero en el costado. Eso pasó al inicio, así que su hija logró llevarlo al hospital y ponerle una venda.

Y estos se lo llevaron tal cual, porque al registrarlo vieron esa herida. Sucedió en la base de la RPD en el campamento infantil, donde solíamos coger agua. Y eso que todos los días preguntamos a la gente de allí: “¿No habéis visto a este tipo?”.

Lo llevaron al calabozo, lo desnudaron y le quitaron los zapatos. Lo golpearon y torturaron con descargas eléctricas todos los días. Lo maltrataron mucho para obligar a hablar.

Nos contó: “Veo que saltan las chispas, que mi cuerpo se está retorciendo. Y entiendo que si no digo ’Gloria a Zakharchenko’, en dos minutos me destrozan”.

No es creyente, pero dijo: “Rezaba para que nos cayera encima un proyectil, destrozándome junto con ellos”. El hombre pensó en ahorcarse. ¿Se imagina el horror que pasó?

Estaba todo golpeado, con una costilla rota, con el costado desgarrado. También dijo: “Todavía me trataron con cariño”.

Había un chaval detenido porque andaba con un teléfono cuando nadie tenía cargadores. Simplemente le cortaron el dedo para que no pudiera escribir “Gloria a Ucrania” en Facebook.

Allí había muchos calabozos. Con mucha gente.

“Caminando por encima de los cadáveres

Yo vivía en la casa de mi amiga Olena. Su esposo Vlad y yo intentamos dos veces ir corriendo a nuestro barrio para coger algunas cosas. Íbamos caminando por encima de los cadáveres en pleno sentido de la palabra. Sin exagerar: vas andando y ves cadáveres. Fueran los de RPD o chicos jóvenes ya daba igual: todos muertos en el suelo...

Es decir, ¿también había civiles?

Todo el mundo tirado en el suelo: civiles, gente de la RPD. No vi a los nuestros. Los nuestros probablemente estaban todos reunidos más cerca de Azovstal. Como un rebaño, pobre gente... Me inclino ante los nuestros, admiro su profesionalidad. No sé, héroes es poco decir...

Cuando los residentes locales me decían opiniones diferentes de que los nuestros podrían haber entregado la ciudad, así nos quedaríamos en nuestras casas y viviríamos en paz, le digo una cosa: me inclino ante estos chavales que defendían mi pasado, mi vida, mi comodidad, mi tranquilidad. Y querían que yo continuara mi vida.

Pero no impuse mi opinión a nadie, era inútil. Cada uno siempre quedará con sus ideas.

En Rostov escuché a un taxista alegrarse de que al día siguiente habría un ataque químico. Yo dije: “¿Tiene noción de qué es un ataque químico? No es sólo para Azov. Entiende que hay mucha gente tuya allí. ¿De qué se alegra?"

Le juro, que lo siento por los hombres de Donetsk. Enviados al matadero, como un rebaño. Los chechenos, buenos o malos — me dan igual: les prometieron su salario y que les entregaban la ciudad, y vinieron a conquistar Mariúpol en tres días. Estaban con su uniforme, equipados y calzados. Lo entiendo. Pero cuando llegaron los chavales de Donetsk, salieron directamente de un camión y allí estaban ¡Niños! Con su chándal, una especie de sudadera, un gorrito en la cabeza. Bueno, ¿por qué han venido a luchar? No puedo entender nada.

Ni siquiera tenían cigarrillos. Una cantidad de muertos allí... Los cambiaban cada 2 o 3 días. Desde mi balcón veía a estos muchachos en los camiones, iban los tanques y cañones antiaéreos por la calle. Y al cabo de dos días todo esto volvía para atrás sin ellos, que no salieron, no sobrevivieron.

© Денис Волоха/ХПГ © Denys Volokha / the Kharkiv Human Rights Protection Group (KHPG) © Денис Волоха/ХПГ

© Denys Volokha/Grupo de derechos humanos de Járkiv

Mucha gente se pregunta: “¿Es verdad o mentira lo de los crematorios?” Es verdad. Yo mismo vi aquel camión. Son “los desaparecidos”. Los hombres de las regiones de Donetsk y Lugansk.

¿Ellos quemaban en estos crematorios sólo a personas de RPD o también a los nuestros?

No lo vi, solo vi humo y camiones. Detrás de cada edificio había un cementerio improvisado.

Mientras vivía en mi barrio, delante de mi casa estaba una antigua guardería convertida en un maravilloso, renovado y bonito centro para personas discapacitadas y niños con discapacidad. Incluso la esposa de nuestro Presidente estuvo en la inauguración del centro. Muy bonito y elegante todo, con árboles de thuja y flores en el jardín. Todo está bien cuidado y muy hermoso.

Un hombre salió a pasear allí con sus perros y probablemente fue alcanzado por un proyectil. Durante tres días nadie pudo acercarse a su cuerpo, estaba en el suelo y sus perros sentados al lado. Nadie podría salir a enterrarlo, porque era imposible salir: había explosiones, proyectiles, metralla y todo en llamas a tu alrededor, te podían matar. No podías salir a enterrar a alguien.

Luego se tranquilizó un poco todo. Al quinto día, cuando los perros empezaron a comerse el cadáver, salieron corriendo unos hombres de algún refugio antiaéreo y simplemente le echaron tierra por encima. Yo tenía una pala “de entierro” que todos conocían. Todo el barrio sabía que yo tenía una pala “de entierro” en el pasillo común, allí estaba siempre.

Intentos de salir

Tomé la decisión [de salir] tan pronto como descubrí que la gente pasaba por el barrio más cercano al mío, Sopine. No pude salir antes. Iba pidiendo ayuda a todos: a los medios de comunicación rusos, a la televisión de Moscú, diciendo: “Gente, necesito sacar a mi madre, ella no puede ir andando sola al punto de evacuación”. Necesitaba sacar a mi madre, yo sola no iba a salir. Si estuviera sola, me habría escapado hacía mucho tiempo.

Me respondieron: “No nos encargamos de esto”. Sé que en algunos casos los periodistas rusos ayudaron. Pero estos probablemente no quisieron. Los de la RPD tampoco: “Sí que te ayudaremos, os salvaremos”. Pero nadie me ayudó. De nuevo fue la mano de Dios.

El chico vino a visitar el apartamento vecino, ya había pasado por la “filtración”, tenía todos los papeles necesarios y podía conducir. Y nos llevó a mi madre y a mí. Salimos el 15 de abril.

¿Pasó también por campos de filtración?

Sí.

¿Cómo son?

Le digo que, para una jubilada como yo, todo esto fue terrible. Cuando salí por Rusia, la frontera de la RPD estaba justo al lado de la frontera con Rusia. Y, como mi pasaporte fue expedido en Lviv y mi penúltimo marido era de Ivano-Frankivsk, en la frontera de la RPD empezaron a hacerme todo tipo de preguntas. “¿Dónde vives? ¿Qué piensas de esto? ¿Y por qué eso o lo otro?” Pero soy una persona con sentido del humor y los afronté con gracia diciendo: “Pues porque antes era joven y hermosa, y ahora sólo soy hermosa”.

“Ahora estoy más deprimida que entonces

Tienes miedo al futuro, eres una persona desafortunada. No tienes nada. Simplemente no tienes nada. No soy una chica joven, ¿sabe? La gente, por ejemplo, de 70 años, está desesperada, tiene miedo. No soy la única que tiene este miedo.

Allí probablemente sentía miedo físico. Pero no tenía miedo mental: era como un animal. Resulta que allí todos nos enfermamos con el Covid-19. Pero ni siquiera me sentí enferma. Es decir, te encuentras siempre activa y con mucha adrenalina.

Sé que algunas mujeres allí se desmayaban y sufrían paros cardíacos. Es decir, cada uno tiene diferente tipo de psique. Estás como después de una cirugía: aunque te cortes el dedo, te duele todo el cuerpo. Y luego empieza a doler este dedo. Y en esta etapa de la vida, me parece, así duele y llora el alma. Y cada conversación es como pincharse con agujas. Tienes miedo mental. Y espiritual.

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