“En Slavyansk desde la ventana del tren veíamos cómo los hombres sujetaban rieles con palancas para que pudiéramos pasar. . . ”

Una residente de la aldea quemada logró evacuarse de Kramatorsk un día antes del terrible bombardeo de la estación.
Taras Vyychuk31 Enero 2023UA DE EN ES FR IT RU

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Somos de la región de Donetsk, municipio de Bajmut, aldea de Serebryanka.

¿Cómo llegó la guerra a su vida?

Ocurrió el veinticuatro de febrero. Por la mañana, me levanté para preparar a mi nieta para ir al colegio. A las seis y media de la mañana, salí al patio y escuché un estruendo muy fuerte en el área donde está la escuela. Llamé a la maestra y le pregunté qué pasaba allí, ya que la niña tenía que ir a la escuela. Y ella respondió que no hacía falta, lo había visto en Internet. Estaban bombardeando el aeródromo de Kramatorsk.

Media hora después, escuché que los bombardeos se extendieron desde Kramatorsk a Slavyansk, Kreminna, Rubizhne, Lysychansk, Severodonetsk, Popasna. Desde el día veinticuatro cuando comenzaron a bombardear, pararon solo durante veinte minutos: bombardearon durante treinta y cinco días seguidos, día y noche. Cuando un avión voló hacia Popasna, pasó tan bajo por encima de la casa que mi nieta se quedó sorda de un oído por mucho tiempo. Gracias a Dios, todo está bien ahora.

¿Dónde estabais durante los ataques?

Casi todo el tiempo nos escondíamos en el sótano. Mi hijo hizo de ladrillos un horno allí porque hacía frío. Así nos calentábamos en el sótano. A veces pasábamos allí la noche.

¿Fue testigo de la destrucción de edificios civiles?

Vi cómo se quemó la fábrica de Zorya en Rubizhne. Vi cómo se levantaba humo en la fábrica de cartón... El fuego y el humo eran tan fuertes que se podían ver a veinticinco kilómetros de distancia. Luego quemaron la refinería de petróleo en Lysychansk: también se veía desde aquí. El 6 de abril, aparecieron los soldados ucranianos revisando la documentación.

Entraban en todas las casas, revisaban los documentos, comprobaban si no había extraños en el sótano. Entonces me acerqué y les pregunté: “¿Qué hago? ¿Qué debo hacer teniendo una niña? Estar con ella en el sótano es muy complicado: tengo que preparaler la comida, bañarla, no la baño desde hace un mes, porque tengo miedo de que cuando la este bañando, empiecen los bombardeos y me vuelen el techo”.

En 2014, un proyectil explotó ante mis ojos. Se rompieron las ventanas y los vidrios, la mitad del techo saltó por los aires.

Ocurrió en la aldea de Serebryanka, región de Donetsk, municipio de Bajmut. Vi todo esto y tenía miedo de que Rusia volviera a bombardear, y yo con una niña. Tenía mucho miedo por mi nieta.

Cuando llegaron nuestros muchachos, me dijeron: “Entiéndanos bien, le estamos pidiendo que salga de aquí, que se vaya de la aldea, porque va a ser un gran susto para la niña”. Yo les dije: “Si lo entiendo, pero me da pena dejar la casa, porque yo vivo aquí desde hace cincuenta años”. Pero por la noche decidí que tenía que salir por el bien de mi nieta.

¿Cómo salió de Serebryanka?

Fue 8 de abril, la fiesta de la Anunciación. Nos quedamos en la estación de Kramatorsk esperando durante mucho tiempo: había más de tres mil personas esperando el tren Kramatorsk-Lviv. Por la tarde nos dijeron que ya podíamos embarcar y entramos en el tren.

A las ocho nos dijeron que el tren no saldría. Yo estaba con mi nieta, mi hijo y también iba con nosotros mi cuñada con sus tres hijos. Cuando nos enteramos de que el tren no saldría, el policía nos dijo que nos fuéramos al parque. Luego aparecieron nuestros militares y nos dijeron que el ferrocarril estaba dañado, tal vez en Slavyansk o en Lozova.

Nos quedamos de pie. Cuarenta minutos más tarde, de nuevo se nos acercaron los militares diciendo: “Súbanse al tren en silencio”. El tren se movía muy lentamente y el camino se nos hacía difícil. En Slavyansk vimos por la ventana cómo los hombres sujetaban rieles con palancas para que pudiéramos pasar... Daba mucho miedo, pero, gracias a Dios, llegamos bien. Al día siguiente, dos misiles impactaron en la estación donde habíamos estado. Si nos hubiéramos quedado allí, no habríamos sobrevivido. Había gente de Siversk, que está cerca de nuestra aldea. Murieron.

¿Qué hay de su aldea ahora?

Me llamó la gente que se quedó allí. Nuestra aldea fue quemada hasta los cimientos: no quedó ni una sola casa entera. La guardería donde trabajaba fue quemada. De nuestra calle, fue destruida una casa y el resto fue quemado. Ya no hay aldea.

¿Queda alguien de los suyos en Serebryanka?

Allí se quedaron diez o quince personas. Gente mayor, pero los voluntarios siguen trabajando. Ayer llamé al muchacho que nos ayudó a reparar el techo en 2014. Dijo que iba a ayudar sacando a toda la gente, porque hacía un mes que estaban sin agua, sin luz, sin comida.

¿Su nieta tiene algún trauma psicológico?

Creo que algo le queda, pero está mejor ya. Cuando se quedó sorda de un oído, no dormía por la noche, tenía miedo, se echaba a llorar, se metía en mi cama, se acostaba a mi lado, tenía un tic en el ojo. Tuvo mucho miedo cuando aquél avión pasó por encima. Entonces le dije: “Alionka, corre, come rápido, porque ahora tienes que ir a tu rinconcito”. Durante treinta y cinco días tuvo su cama en un rincón con tres paredes para que no le llegasen los cristales rotos. Sentía mucho miedo por ella. Después de eso, le temblaban las manos y se ponía muy nerviosa.

Recientemente, la llevé al hospital (por una intoxicación). Hablé con el médico, me recetó vitaminas y me dijo que si seguía así, necesitaría un tratamiento, porque estaba traumatizada. Al escuchar un golpe, siempre me pregunta: “Abuela, ¿qué es esto?”

Incluso al oír el ruido de coches pasando por la carretera, me mira y dice: “Abuela, ¿no serán los soldados rusos llegando?” Todavía les tiene miedo.

¿Cómo tratan a los hablantes de ruso en su área?

Hablamos una mezcla de lenguas: tanto ruso como ucraniano. Pero la mayoría de la gente habla ruso. Mi nieta habla las dos lenguas perfectamente. En el pueblo vivía mucha gente que no hablaba nada de ucraniano, pero nadie los ofendía, nadie les presionaba, nadie les despreciaba. En 2014 tuvimos un canal de televisión rusa. Rusia informó que los nacionalistas ucranianos habían llegado al Donbàs para matar a los que hablaban ruso. Este canal metía tanto miedo a la gente que se lo creyeron y estaban muy asustados. Luego, cuando llegaron los soldados ucranianos, que no hicieron mal a nadie, se dieron cuenta de que ese canal mentía.

Ahora también hay retransmisión de canales rusos y repiten lo mismo: “Que llegan los nacionalistas, hay que matarlos, vamos a destruirlos con ataques puntuales”.

Había un militar contándolo en la tele, lo vi. Por eso, algunas personas se quedaron esperando a que llegara “el mundo ruso”. Pero al ver que el “mundo ruso” comenzó a disparar contra ellos, abandonaron el pueblo. Fue lo que pasó. Incluso había gente que me venía preguntando: “¿Será verdad que soldados ucranianos vienen a matarnos? ¿Tú que eres de allí, de Ucrania occidental?” Nací en la región de Lviv, el municipio de Skoliv, pues les respondí a la pregunta: “Que os quede claro para siempre: un soldado ucraniano jamás os ofenderá, conozco a esa gente, me crié allí, sé que son gente honrada y justa. Compartirán contigo hasta el último trozo de pan, te dejarán su última camisa y te ayudarán, les conozco”. Me creyeron y así vivimos durante ocho años. Había un regimiento de nuestros soldados, pero nadie se metía con aldeanos

¿Había gente que esperaba la llegada de las tropas rusas?

Había dudas, la gente no sabía a qué atenerse. Al principio no entendían quién disparaba contra nosotros. También había mucha gente que esperaba a Rusia. Incluso decían que tendríamos dinero ruso. La gente estaba dividida: algunos iban por Rusia, otros por Ucrania. Así fue en febrero, cuando comenzó la guerra. Algunos decían que vendrían los rusos y sería más fácil para nosotros, bajarían los precios, aumentarían las pensiones.

Se lo creían hasta que vieron cómo llegaban los cohetes, quién bombardeó, quién destruyó Kramatorsk, Lysychansk, Severodonetsk. De allá para acá llegaban los refugiados: descalzos, desnudos, hambrientos. Les ayudábamos. Me tocó una pareja joven con un niño. Se pensaban que con la llegada de Rusia estarían bien. Hablando con ellos, dije: “¿Os dais cuenta de lo que está pasando y quién está disparando?” Él contestó: “Ahora lo entiendo todo”.

¿Cómo la guerra cambió la forma de pensar de la población rural prorrusa?

Creo que, después de esta guerra, entenderán quién es el enemigo. No solo de palabra, sino también comprenderán, desde su alma, que Ucrania es nuestra tierra natal. Y si quieren ser rusos, que se vayan a Rusia, aquí nadie amarra a nadie. Pero si viven en Ucrania, que entiendan que nos atacó Rusia y no fue Ucrania quien comenzó a disparar. No tiene lógica. Ucrania no dispara a su gente, no mata niños, Rusia es la que ataca y dispara. Creo que después de esta guerra y todo el horror que vieron, lo entenderán todo. Creo que todo estará bien.

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