‘Mis nietos lloraban diciendo que no querían morir’

Nadiya Bratashevska, una residente de Járkiv, recuerda cómo vivió dos meses con su esposo en el sótano: “Sales a buscar ayuda humanitaria rezando a Dios cada medio metro. Si de repente vuela algo, te arrimas contra la pared, esperando que el proyectil pase volando o explote”.
Taras Viychuk24 Junio 2023UA DE EN ES FR IT RU

Nadia Bratashevska

El veinticuatro de febrero, a las cinco y media, nos despertaron terribles explosiones. Nuestra casa se estremecía, corrimos hacia los niños, estábamos muy asustados todos, sin entender lo que estaba pasando. Miramos por las ventanas: se veían las llamas y humo. Luego todo se calmó un poco, pero entendimos que había comenzado la guerra. Empezamos a preparar la salida de nuestros hijos, imaginando lo qué se nos venía encima. Despedimos a nuestros hijos y nietos, y mi esposo y yo nos quedamos, porque no queríamos dejar la casa.

¿Dónde se escondió durante los bombardeos de la ciudad?

Desde el primer día fue aterrador, bajamos al sótano, porque los bombardeos empezaban en cualquier momento, sin avisar. Nuestros hijos se fueron y nos quedamos en el sótano. Allí pasamos dos meses: daba miedo subir a casa. Si querías subir, el edificio no paraba de temblar: te detenías cerca del pozo del ascensor, esperando a que pasase el proyectil, y luego bajabas al siguiente piso. Así que la travesía desde el séptimo piso hasta el sótano te llevaba media vida. En el sótano estábamos un poco más tranquilos, pero aún daba miedo. Cada vez había más explosiones. Incluso estar en el sótano espaventaba, porque nos aterrorizaba pensar que la casa se derrumbase y no pudiéramos salir.

¿Tuvo dificultades para comprar productos y medicamentos?

Siempre teníamos hambre. Se distribuían alimentos como ayuda humanitaria, pero también daba miedo ir a buscarlos, ibas rezando a Dios cada medio metro. Si de repente volaba algo, te arrimabas contra la pared, esperando que el proyectil pasara volando o explotara. Recibimos los alimentos y regresamos corriendo por la nieve y el hielo. Corriendo, ibas rogando a Dios para que hubiera cualquier sótano en el camino. Al principio, funcionaban las tiendas, pero había colas de espera de dos horas.

Entonces bombardearon justo esa tienda. Una vez llegó el proyectil y, creo, que mató a dos personas: un hombre y una mujer, dejando a muchos heridos.

Por supuesto, cerraron la tienda por miedo a reunir a mucha gente. También nos espantaba ir a la farmacia. Entras y empieza el bombardeo. No sabes dónde meterte, adónde correr y qué hacer. Se te podían caer los cristales o el edificio entero encima.

¿Ha sido testigo de la destrucción de su ciudad?

Por supuesto. Muchas casas, tiendas, quioscos fueron destruidos. Todo lleno de escombros y vidrios. Daba miedo entrar en casa para cambiarte o hacerte un té.

¿Cómo salió de la ciudad?

Primero se anunció que había autobuses de evacuación en la estación. Pero aún teníamos esperanza. Luego se cortó el agua y la electricidad. Los servicios públicos intentaron repararlo todo, pero luego los rusos volvieron a bombardear la infraestructura y todo quedó destruído. Al no tener agua, electricidad y gas, pues no había otra opción. Intentaron evacuar a la gente en tren porque los autobuses tenían miedo de transportar a tantas personas. También empezaron a ayudar los voluntarios con sus autos que iban colándose al barrio por la mañanas para sacar a la gente y llevarla a la estación.

¿Estaban preparados para la guerra?

Leímos las noticias, escuchamos que había tropas rusas en la frontera, pero no nos lo creímos. Pensamos que habría más combates en Donbas, pero no nos imaginamos que toda Ucrania sería bombardeada. Mis parientes y mucha gente conocida viven en Belgorod. Nadie se lo quería creer, pero desgraciadamente…

Así, a las cinco y media de la mañana del veinticuatro de febrero, comenzó la guerra. Recuerdo cómo los niños se asustaron y se echaron a llorar.

Mi yerno se agachó y los tapó con su cuerpo por si pasaba algo, y mi nieta le dijo: “¡Papá, no queremos morir!”.

Me cuesta recordarlo. Casi todas las familias han pasado por esto. No me preocupaba por mí, sino por mis hijos y nietos. Cuando hablan sobre la guerra en la televisión, es una cosa, pero cuando está cerca, cuando todo tiembla y se te desconcha el techo encima, da mucho pánico.

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